Inmunidad: qué es y cómo protegerla
La inmunidad es la forma en que nuestro cuerpo se defiende de virus, bacterias y otros invasores. Cuando está fuerte, nos sentimos mejor y enfermamos menos. Si la entiendes, podés tomar decisiones más acertadas para cuidarte a vos y a los que están a tu alrededor.
Tipos de inmunidad
Hay dos formas principales: la inmunidad innata y la adaptativa. La primera es la defensa rápida que tenemos desde que nacemos; actúa como una pared que impide que los gérmenes entren. La segunda se va desarrollando con la exposición a diferentes microorganismos y vacunas, y aprende a reconocer y atacar con precisión.
También se habla de inmunidad natural, que obtenemos al haber contraído una enfermedad, e inmunidad artificial, que viene de las vacunas o de tratamientos médicos. Cada tipo tiene su papel y, combinados, hacen que nuestro organismo sea un verdadero escudo.
Cómo fortalecer tu inmunidad
Lo más importante es llevar hábitos cotidianos que no cuesten mucho. Dormir bien, al menos 7‑8 horas, le da tiempo al cuerpo para reparar células y producir defensas. Comer frutas, verduras y proteínas frescas aporta vitaminas y minerales clave, como la vitamina C y el zinc.
Hacer ejercicio regular, aunque sea una caminata de 30 minutos, incrementa la circulación y ayuda a que las células de defensa circulen mejor. Evitar el exceso de alcohol y no fumar también reduce la carga que le ponés al sistema inmunológico.
Otro truco fácil es mantenerse hidratado. El agua ayuda a que la sangre lleve los componentes de la defensa a todas partes. Si tenés tiempo, probá técnicas de relajación o respiración profunda; el estrés crónico debilita la respuesta inmunitaria.
Las vacunas siguen siendo una herramienta fundamental. Cada vez que te ponés una, le das al cuerpo la información necesaria para reconocer y neutralizar al patógeno sin pasar por la enfermedad. Mantener tu calendario de vacunación al día es una forma de protegerte a vos y a la comunidad.
En resumen, la inmunidad no es algo mágico que se activa de golpe; es el resultado de pequeños hábitos diarios. Si cuidás tu sueño, alimentación, actividad física y estrés, le das al cuerpo la oportunidad de estar siempre listo para defenderte.
Así que la próxima vez que pienses en ponerte una vacuna o en comer una naranja, recordá que esos actos son parte de una estrategia simple pero poderosa: mantener tu defensa interna en su mejor forma. ¡Cuidate y mantené tu inmunidad al máximo!