¿Por qué George Washington usaba peluca? La verdad detrás del símbolo de la Revolución

¿Por qué George Washington usaba peluca? La verdad detrás del símbolo de la Revolución

George Washington no usaba una peluca porque le gustaba el estilo. Tampoco porque fuera una moda pasajera. Lo hacía porque, en su época, una peluca blanca era el uniforme invisible de la élite. Era la forma de decir: soy alguien importante, sin tener que gritarlo.

La peluca como símbolo de poder, no de vanidad

En la década de 1770, las pelucas no eran accesorios de teatro ni de locos. Eran parte del traje formal de gobernantes, jueces, militares y terratenientes. En Europa, desde el siglo XVII, la peluca se había convertido en un símbolo de estatus. Luis XIV de Francia la popularizó para ocultar su calvicie temprana, y pronto, toda la corte europea la imitó. Cuando los colonos americanos miraban a Londres, veían a sus líderes con pelucas blancas, rizadas y polvorientas. Washington, como líder militar y luego como primer presidente, no podía permitirse verse diferente.

La peluca no era solo ropa. Era lenguaje. Una peluca bien hecha, de pelo natural, con rizos perfectos y polvo de harina, decía: “Tengo tiempo, dinero y conexión”. No era algo que un granjero o un comerciante pudiera permitirse. Washington, aunque provenía de una familia acomodada, no era rico como los aristócratas británicos. Pero sabía que para ser tomado en serio, tenía que vestirse como ellos.

¿Por qué blanca y no negra o rubia?

Las pelucas no eran todas iguales. Había de pelo de caballo, de cabello humano, de colores naturales o teñidos. Pero las más prestigiosas -las que usaban los hombres de poder- eran blancas. El blanco no era casual. Se lograba con harina de trigo o almidón, que se espolvoreaba sobre la peluca. Era un ritual diario. Un hombre como Washington se levantaba, se peinaba, y luego, con cuidado, aplicaba el polvo blanco con un pincel.

El blanco simbolizaba autoridad, seriedad y edad. En una sociedad donde la experiencia valía más que la juventud, una peluca blanca daba la impresión de sabiduría. Washington tenía 45 años cuando asumió el mando del Ejército Continental. No era viejo, pero su apariencia debía transmitir estabilidad. En medio de una revolución que desafiaba la monarquía, él necesitaba parecer más antiguo que la propia revolución. La peluca lo hacía.

Washington jurando como presidente con una peluca blanca sencilla, al amanecer.

La peluca y la imagen pública de un líder

Washington era consciente de que su imagen era política. Cada gesto, cada prenda, cada detalle de su apariencia era observado. En 1789, al jurar como presidente, no usó una peluca extravagante como los británicos. Usó una más sencilla, de color blanco, con rizos recogidos en una coleta. Era una peluca de funcionario, no de cortesano. Esa elección no fue casual. Quería mostrar que era un líder republicano, no un rey disfrazado.

La peluca, en ese momento, era un puente entre dos mundos: el antiguo orden europeo y el nuevo experimento americano. Washington la usaba para ganar respeto, pero la modulaba para no parecer monárquico. Era un equilibrio sutil. Usaba la peluca porque tenía que hacerlo, pero la llevaba con sobriedad. Así, la convirtió en un símbolo de dignidad, no de opresión.

¿Era incómoda? ¿Y la higiene?

Las pelucas eran un infierno. Eran pesadas. Calentaban. Atraían pulgas y piojos. Se llenaban de sudor, polvo y grasa. No se lavaban con frecuencia. Algunos hombres usaban pelucas desechables, pero Washington usaba una de calidad, hecha con cabello humano, que le duraba años. La mantenía en una caja de madera con forma de cabeza, y la limpiaba con cepillos especiales.

En la época, la higiene personal era rudimentaria. Muchos no se bañaban más de una vez al mes. El cabello natural de Washington era rojizo y se le caía con facilidad. No era raro que, en retratos, se le vea con una peluca más poblada que su propia cabeza. Era una solución práctica. Una peluca era más fácil de mantener que un cabello natural que se caía. Y si se ensuciaba, se cambiaba. No había que lavarlo cada día.

Una peluca blanca desgastada descansando en una caja de madera, con un mechón suelto flotando.

La peluca como relicario de una era

Después de la Revolución, las pelucas cayeron en desgracia. La nueva América valoraba la sencillez. Los hombres jóvenes empezaron a dejar crecer su cabello natural, a recogerlo en una coleta, sin polvo blanco. Jefferson, Madison y Adams dejaron de usarlas. Solo los más viejos, como Washington, las conservaron hasta el final.

La peluca de Washington no era un objeto de moda. Era un relicario. Representaba el peso de las tradiciones que él mismo ayudó a derribar. Cuando murió en 1799, su peluca se conservó como una reliquia. Hoy, en el Museo de la Casa de George Washington en Mount Vernon, se conserva una de sus pelucas. No es la más espectacular. Es sencilla. Blanca. Con un pequeño rizo que se ha desprendido. Y es ahí donde se entiende mejor su historia: no era un hombre que usaba pelucas por vanidad. Era un hombre que entendía que las apariencias moldean la historia.

¿Y qué pasó con las pelucas después?

En la década de 1800, las pelucas desaparecieron casi por completo del uso cotidiano en América. Solo se mantuvieron en tribunales británicos y en algunas ceremonias oficiales. Hoy, en la Corte Suprema de EE.UU., algunos jueces aún usan togas, pero ninguna peluca. El símbolo se desvaneció, pero su significado no.

La peluca de Washington sigue siendo un recordatorio de cómo la ropa puede ser política. En una época sin redes sociales, sin cámaras, sin fotografías, la apariencia era la primera impresión. Y Washington sabía que, si quería liderar una nación nueva, tenía que parecerse a lo que esa nación soñaba: serio, estable, digno. La peluca no lo hacía más grande. Pero lo hacía visible.

¿George Washington nació calvo?

No, Washington no nació calvo. Tenía cabello rojizo natural, pero empezó a perderlo en sus veintes. La pérdida de cabello era común en esa época por enfermedades, estrés y tratamientos médicos rudimentarios. La peluca era una solución práctica, no una elección estética.

¿Usaban pelucas todos los líderes de la Revolución?

No. Mientras que Washington, Franklin y otros líderes de la generación anterior las usaban, figuras como Thomas Jefferson y Alexander Hamilton ya las abandonaban en la década de 1790. Jefferson prefería su cabello natural, recogido en una coleta. La peluca se asoció con los viejos tiempos, y los revolucionarios más jóvenes la rechazaron como símbolo de la aristocracia británica.

¿Cómo se hacían las pelucas en el siglo XVIII?

Se hacían con pelo humano, a menudo comprado de mujeres pobres o de cadáveres. También se usaba pelo de caballo o de cabra. Un peluquero lo teñía, lo rizaba con pinzas calientes y lo fijaba con cera. Las más caras costaban el equivalente a un año de salario de un artesano. Washington tenía la suerte de tener acceso a peluqueros de élite en Filadelfia y Nueva York.

¿Por qué se ponía polvo blanco en las pelucas?

El polvo blanco, hecho de harina o almidón, no era solo para el estilo. También ayudaba a disimular el aceite y la grasa del cabello. Además, daba una apariencia de limpieza y formalidad. Era una costumbre de la corte europea que se extendió por toda la élite. El polvo se aplicaba con un pincel, y se reponía varias veces al día.

¿La peluca de Washington era la misma que en los retratos?

No exactamente. Los retratos idealizaban la imagen. Los pintores como Gilbert Stuart la mostraban más llena y perfecta de lo que era en la vida real. La peluca original de Washington era más sencilla, con menos rizos y un corte más funcional. Pero el retrato fue lo que quedó en la memoria colectiva: la peluca blanca como símbolo de liderazgo.

Tomás Illanes
Tomás Illanes

Soy analista político especializado en temas de interés social y económico. Trabajo para un think tank en Rosario donde elaboro informes y análisis sobre la actualidad política argentina. Me apasiona investigar y escribir sobre el socialismo en Argentina. A través de mi trabajo, espero contribuir a un mejor entendimiento de nuestra sociedad y de los retos que enfrentamos.

12 Comentarios

  • Betina Lemos
    Betina Lemos noviembre 7, 2025

    La peluca era su armadura. No por vanidad, sino porque el mundo no te deja ser quien eres si no luces como ellos esperan.
    Simple. Sin florituras.

  • Mario Martinez
    Mario Martinez noviembre 8, 2025

    ¡Qué absurdo! Un hombre que luchó contra la monarquía y se vestía como un cortesano francés. Hipócrita disfrazado de héroe. ¿Y tú te crees que no sabía lo que hacía? Claro que sí. Era un actor, no un líder.
    La peluca era su máscara. Y todos la compramos.

  • maria virginia prata
    maria virginia prata noviembre 9, 2025

    ¡Pero qué drama! Una peluca y ya estamos hablando de simbolismo, poder, revolución... ¡si es solo pelo! ¿Y si le hubieran puesto un sombrero? ¿También sería un símbolo de la identidad nacional?
    Me encanta cómo lo explican, pero en serio, a veces creo que le damos más significado a las cosas de lo que tienen. ¿O no?

  • pía morice
    pía morice noviembre 9, 2025

    Es importante destacar que, en el contexto histórico del siglo XVIII, la utilización de pelucas blancas no solo constituía una manifestación de estatus social, sino también una norma protocolaria exigida por las instituciones de poder. Por lo tanto, la decisión de Washington no puede ser interpretada como una mera elección personal, sino como una obligación socialmente impuesta.

  • Mario Pinos
    Mario Pinos noviembre 10, 2025

    Me encanta cómo lo cuentas. Realmente, Washington no era un tipo raro, era un tipo inteligente. Usaba la peluca porque tenía que ganar respeto, no porque le gustara el look.
    Y lo más loco? Que lo logró. Sin gritar, sin banderas, solo con una cabeza de pelo falso y una postura seria.
    Genio puro.

  • Javier Fernandez carmona
    Javier Fernandez carmona noviembre 10, 2025

    La parte más interesante es que Washington no usaba la peluca como los británicos. La suya era más sencilla, como un ajuste táctico. No quería parecer rey, pero tampoco un campesino. Ese equilibrio fue clave.
    Y sí, las pelucas eran un infierno. Imagina sudar bajo eso en julio en Filadelfia. ¡Ni en sueños!

  • Carlos Manuel Bedoya
    Carlos Manuel Bedoya noviembre 12, 2025

    La hipocresía de los fundadores es evidente. Lucharon contra la opresión británica, pero adoptaron sus símbolos aristocráticos. No hay excusa para esto. La peluca representa la contradicción moral de una revolución que no fue tan revolucionaria como se cuenta.

  • MARINA CASTAÑEDA
    MARINA CASTAÑEDA noviembre 13, 2025

    Yo lo veo así: no era una peluca, era un traje de guerra. En un mundo donde la imagen lo era todo, él eligió usar lo que le daba poder, sin importar lo incómodo que fuera.
    Lo que me gusta es que no se excedió. No era un circo. Era serio. Eso sí que es liderazgo.

  • Jorge Laborda
    Jorge Laborda noviembre 14, 2025

    Todo esto es una tontería. Era calvo. Se puso una peluca porque no quería verse como un viejo descuidado. Punto.

  • Antonio Soler Sueiro
    Antonio Soler Sueiro noviembre 15, 2025

    La técnica de fabricación era fascinante: pelo humano comprado en mercados, a veces de mujeres que vendían su cabello por comida. Las pelucas de calidad podían costar hasta 200 libras esterlinas -equivalente a un salario anual-. Washington tenía acceso a artesanos en Filadelfia, pero aún así, mantenerla era un gasto constante. Además, el polvo blanco no era solo estético: ayudaba a absorber el sudor y reducir el olor. ¡Y no, no se lavaba cada semana!

  • Jorge Estrada
    Jorge Estrada noviembre 16, 2025

    Todo esto es una tontería. Era calvo, se puso una peluca, punto. Ya se acaba la historia.

  • Alexis Sanchez
    Alexis Sanchez noviembre 17, 2025

    La peluca representa un momento de transición cultural: la élite colonial intenta negociar su identidad entre el legado europeo y la emergente identidad republicana. Washington no rechazó el símbolo, lo recontextualizó. En ese acto, transformó un artefacto de monarquía en un emblema de soberanía civil. Es un caso de estudio en semiótica política.

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