Donald Trump no es de izquierda. Nunca lo ha sido. Pero muchas personas se confunden porque él no encaja en el modelo tradicional de derecha que vemos en Europa o en partidos conservadores clásicos. No habla de reducir el tamaño del Estado, ni defiende el libre mercado sin límites, ni promueve la austeridad fiscal como un dogma. Entonces, ¿dónde está? La respuesta no está en etiquetas académicas, sino en lo que realmente hace: construye poder a través del nacionalismo, la confrontación y la lealtad personal.
Lo que Trump no es: un conservador clásico
Si buscas a un conservador tradicional, busca a alguien como Ronald Reagan o a figuras europeas como Angela Merkel. Ellos creían en el orden institucional, en alianzas internacionales, en el equilibrio presupuestario y en el libre comercio como motor del crecimiento. Trump no. Él rompió acuerdos comerciales que llevaban décadas en pie, como el TLCAN, y lanzó aranceles a países aliados como Canadá y la Unión Europea. No buscaba reducir el gasto público: durante su presidencia, la deuda nacional aumentó más de $7 billones, el mayor salto en la historia de EE.UU. en un solo mandato.
En lugar de ideología, Trump usó símbolos. Banderas, gritos de "Make America Great Again", ataques a la prensa, amenazas a jueces. Estas no son políticas de derecha en el sentido económico. Son herramientas de movilización política, típicas del populismo de extrema derecha, no del conservadurismo institucional.
Lo que Trump sí es: un populista de derecha
El populismo de derecha no se define por lo que quiere eliminar, sino por lo que quiere restaurar: una identidad nacional pura, un orden social jerárquico y un enemigo externo o interno contra el cual luchar. Trump lo hizo con claridad: inmigrantes latinos como "delincuentes y violadores", periodistas como "la enemiga del pueblo", y políticos de su propio partido que no le obedecían como "traidores".
Esto no es nuevo. En América Latina, figuras como Jair Bolsonaro o Javier Milei usan el mismo lenguaje. En Europa, Viktor Orbán o Marine Le Pen. Todos comparten una estructura: exaltación de la nación, rechazo a la globalización, desprecio por las instituciones multilaterales y una narrativa de victima-perseguido que justifica el autoritarismo.
Trump no propuso privatizar la seguridad social, ni recortar el Medicare. Al contrario, defendió ambos programas. No propuso eliminar el Estado de bienestar: lo usó como palanca política. Le gustaba decir que los pobres y los veteranos eran sus verdaderos aliados, mientras atacaba a los inmigrantes y a los intelectuales. Eso no es conservadurismo. Es populismo con una máscara de derecha.
La confusión con el socialismo
Algunos creen que Trump es de izquierda porque critica a las corporaciones, o porque dijo cosas como "los grandes bancos me odian". Pero criticar a Wall Street no es socialismo. El socialismo busca transferir la propiedad de los medios de producción al Estado o a los trabajadores. Trump nunca propuso eso. Nunca apoyó la nacionalización de industrias, ni la redistribución de la riqueza por impuestos progresivos. Al contrario: firmó una reforma fiscal que redujo el impuesto corporativo del 35% al 21%, y benefició principalmente a los más ricos.
La izquierda en Estados Unidos, representada por figuras como Bernie Sanders o Alexandria Ocasio-Cortez, propone impuestos al 70% sobre los ingresos por encima de los $10 millones, universal healthcare, y educación pública gratuita. Trump no solo se opuso a eso: lo llamó "socialismo de izquierda radical". Pero aquí está la paradoja: él mismo usaba el lenguaje del socialismo cuando le convenía. Decía que el gobierno debía proteger a los trabajadores de la globalización, que los empleos debían volver a EE.UU., que las empresas debían pagar más. Pero no porque creyera en la justicia económica, sino porque le servía para ganar votos en los estados industriales del Medio Oeste.
Trump y los libros de socialismo
Si estás leyendo libros de socialismo -como los de Karl Marx, Rosa Luxemburgo o incluso los más recientes de Naomi Klein- te estarás preguntando: ¿cómo puede alguien que odia tanto al socialismo tener tantos seguidores que creen que es "anti-sistema"? La respuesta está en la manipulación del lenguaje.
Trump no es un pensador político. Es un vendedor. Y su producto es la ira. Le conviene que sus seguidores crean que los liberales, los intelectuales y los medios son los verdaderos socialistas. Así, cuando alguien dice "el gobierno debe cuidar de la gente", Trump responde: "eso es socialismo". Y la gente, confundida, lo cree. Pero si miras lo que realmente hizo: recortó impuestos a los ricos, desreguló la industria energética, atacó a los sindicatos, y apoyó a las grandes corporaciones en tribunales, verás que su agenda es la opuesta al socialismo.
Los libros de socialismo hablan de igualdad, solidaridad, y poder colectivo. Trump habla de lealtad, victoria, y superioridad nacional. No hay punto de encuentro. Solo hay confusión creada por el espectáculo.
¿Por qué importa esta clasificación?
Porque si no entiendes qué es Trump, no puedes entender lo que está pasando en la política mundial. Si lo etiquetas como "conservador tradicional", te perderás su peligro real. Si lo llamas "socialista", te ciegas ante su verdadera naturaleza. Él no quiere conservar el orden antiguo. Quiere reemplazarlo por uno basado en el culto a la personalidad, el nacionalismo étnico y el desprecio por las reglas.
Esto no es una moda. Es un modelo que ha funcionado antes: en Italia con Mussolini, en Alemania con Hitler, en Hungría con Orbán. No son iguales, pero comparten una estructura: derribar instituciones, dividir a la sociedad, y concentrar el poder en una sola figura que se presenta como el único que puede salvar a la nación.
Trump no es un republicano clásico. No es un liberal. No es un socialista. Es un líder populista de derecha que usa el lenguaje de la izquierda para desarmarla, y el lenguaje de la derecha para consolidar su poder.
Lo que realmente define a Trump
Lo que lo define no es su política económica, ni su discurso sobre inmigración. Lo que lo define es su relación con el poder. Él no respeta las reglas. Las rompe cuando le conviene. No busca consenso. Busca dominación. No quiere gobernar con el Congreso. Quiere gobernar por decreto, por Twitter, por el miedo.
En 2020, después de perder las elecciones, se negó a aceptar el resultado. Incitó a una multitud a atacar el Capitolio. Eso no es democracia. No es conservadurismo. Es autoritarismo.
Y eso es lo que muchos no quieren ver: que Trump no es un político que cambia de ideas. Es un actor que interpreta un rol. Y su rol es el del líder que salva a su pueblo de los enemigos internos y externos. Ese rol no pertenece a la izquierda. Ni a la derecha tradicional. Pertenece al fascismo moderno, que se disfraza de populismo para ganar legitimidad.
Si quieres entender a Trump, deja de buscarlo en los libros de economía. Míralo en los discursos de odio, en las marchas de banderas americanas, en los carteles que dicen "Stop the Steal", en los videos donde sus seguidores gritan "Lock her up". Eso no es política. Eso es ritual.
¿Y qué pasa ahora?
En 2025, Trump sigue siendo el candidato más fuerte para las elecciones presidenciales de EE.UU. Su base no ha disminuido. Al contrario. Se ha vuelto más radical, más unida, más dispuesta a la violencia. Y lo que es más preocupante: muchos jóvenes que crecieron con redes sociales no saben qué es el socialismo, pero sí saben que Trump "odia a los liberales". Y para ellos, eso es suficiente.
La izquierda sigue tratando de debatirlo con estadísticas y discursos sobre desigualdad. Pero Trump no responde a la razón. Responde a la emoción. Y mientras la izquierda sigue discutiendo sobre impuestos, él sigue construyendo un culto.
No es un error de etiqueta. Es una estrategia. Y funciona.
¿Donald Trump es un conservador?
No, no es un conservador en el sentido tradicional. Los conservadores clásicos defienden el orden institucional, el libre comercio y el equilibrio fiscal. Trump rompió acuerdos comerciales, aumentó la deuda nacional y atacó a las instituciones. Su ideología se basa en el populismo y la confrontación, no en principios conservadores.
¿Trump apoya el socialismo?
No, Trump se opone al socialismo. Critica públicamente a figuras como Bernie Sanders y llama "socialista" a cualquier propuesta de redistribución de riqueza. Sin embargo, usa el lenguaje del populismo económico -como proteger a los trabajadores- para atraer votantes, sin implementar políticas sociales reales.
¿Por qué la gente piensa que Trump es de izquierda?
Algunos lo confunden porque critica a grandes corporaciones y promete traer empleos de vuelta. Pero eso no es izquierda. Es populismo. Él usa frases que suenan progresistas para desarmar el discurso de la izquierda real, sin cambiar su agenda económica, que favorece a los ricos.
¿Cuál es la diferencia entre populismo de derecha y conservadurismo?
El conservadurismo defiende tradiciones, instituciones y estabilidad. El populismo de derecha rechaza las instituciones y busca un líder fuerte que "limpie" a la nación de enemigos. Trump no quiere conservar el pasado: quiere reemplazarlo con un orden basado en lealtad personal y odio al otro.
¿Trump es peligroso para la democracia?
Sí. Su rechazo a aceptar resultados electorales, su incitación a la violencia en el Capitolio, y su intento de usar el poder ejecutivo para anular votos, son acciones que socavan las bases de la democracia. No es un político normal: es un líder autoritario que usa las reglas democráticas para destruirlas.